UNA FRAGUA SUCIA
Santos Doroteo Borda López
18/03/2023

25 AÑOS DE VIDA SACERDOTAL

Hay tanto que agradecer y pedir perdón al Dios de la vida, por estos 25 años de mi vida sacerdotal.

Antes que nada, gracias al Señor por el maravilloso don del sacerdocio. En 25 años he celebrado cerca de 10,000 Misas. Tantas veces he dicho: “Esto es mi cuerpo”; “Éste es el Cáliz de mi Sangre” y el Señor ha emergido en la sustancia del pan y del vino. Te has hecho presente Señor en el Altar para ser adorado, para ser alimento sobrenatural. Gracias, querido Jesús.

¿Cómo estimar mis acciones y no quedar absorto? ¿Cómo es posible que el Hijo de Dios me haga participar de su sacerdocio? ¿Cómo es posible que se entregue en mis manos y se convierta en alimento espiritual?

Igualmente, tengo también que pedir perdón. Si hubiera hecho las cosas de otro modo, si hubiera escuchado más, sonreído más…; si hubiera sido más humilde, más dócil…; haber escuchado mejor las confesiones y haber celebrado mejor las Eucaristías.

Asimismo, al evocar estos 25 años quedo pasmado del tremendo contraste entre lo divino y lo humano.

El sacerdote, “hombre tomado entre los hombres”, participa del sacerdocio de Jesucristo y contiene los dones de la salvación; y, siendo vasija de barro y fragua humana para las cosas de Dios.

El sacerdote es como el horno del herrero, que al final de cada faena queda sucio y manchado por el hollín y las cenizas. El sacerdote transforma, sin dejar de ser indigno y pecador. Purifica a las almas en la forja divina.

En este contraste entre lo humano y lo divino he experimentado el dolor y la maldad en mucha gente y en mi propia vida. A veces he preguntado al Señor si Él seguía junto a mí.

El orgullo, la vanagloria, la autosuficiencia, la impureza, los deseos de poder y de riqueza anidan en cada corazón humano (Marcos 7) y, por supuesto, también en mi corazón de sacerdote. Son tentaciones que están al acecho como el león rugiente (1Pedro 5,8).

Igualmente debo pedir perdón por los ejemplos no siempre edificantes. Como personajes públicos, los sacerdotes estamos expuestos al miramiento de la gente…, y cualquier desatino, aunque sea pequeño, desedifica y escandaliza.

La conciencia de saberse hecho de mal barro, te hace pisar el suelo y advertirte de que el Señor no ha escogido a los mejores del mundo, sino a lo que no sirven (Cf. 1 Corintios 26ss).

Tengo mucho que agradecer a mi mamá, mamá Francisca, conocida en Arcahua como mamay Lachi. Gracias Mamá, estoy seguro que junto al Señor gozas con mi sacerdocio. Mamá Lachi, recuerdo vivamente que cada domingo caminábamos los cinco kilómetros de Arcahua hasta Huancarama para asistir a la santa Misa. Mis ojos se abrieron a esta costumbre familiar. Ir a Misa no era una obligación, era (también ahora) parte de nuestra vida. En mi casa, el domingo se dejaba todo para ir a Misa.

Mamay Lachi, en el trayecto, muchas veces te quitabas las ojotas para ir descalza. Cuando te reclamaba, me decías que estabas haciendo lo justo; que caminabas descalza para reparar tus pecados… Yo sé que te dolían los pies, porque de noche te quejabas del dolor.

Ya una vez en la Santa Misa, me señalabas al sacerdote y me decías:

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Contenido Relacionado

CUANDO LA RUTINA DIARIA TE PERJUDICA

CUANDO LA RUTINA DIARIA TE PERJUDICA

Los del Seminario Mayor aprovechamos el feriado del 28 de abril, día de Apurímac, para cambiar de rutina. Nuestro destino era Lambrama. Allá, tras un breve saludo al alcalde y al comisario, dejando pronto la vía asfaltada que conduce a...

leer más
EL CRISTO ROTO DE CHACOCHE

EL CRISTO ROTO DE CHACOCHE

Chacoche, un distrito de Abancay, se alcanza tras un ascenso de cuarenta minutos desde Casinchihua por una carretera serpenteante que trepa difícilmente la ladera del cerro. En la pequeña plaza de Chacoche, el municipio de un intenso...

leer más