¿Qué lugar es el mejor mirador de Abancay?
En mis años mozos solía escalarlo sin parar. Las últimas veces, voy más despacio, pasito a paso; eso sí, recreado con rocks de los ochenta y huaynitos de antaño. Muy bonito.
La última vez, el cielo estaba límpido y el Inti ya había alcanzado su cénit, tostándome sin clemencia. Felizmente, algunos molles me ofrecieron sus sombras.
Para subir al Quisapata, hay que bajar hasta el Mariño, el río cantor de Abancay… Pero desde ahí abajo no se percibe la cumbre del cerro…
A veces son así los objetivos de la vida, que, por problemas y obstáculos, no lo vemos claro y parece que ya no existen; sin embargo, están ahí, no se esfuman sino que siguen llamándonos a escalarlos con esfuerzo.
“Per áspera ad astra” («a través de las dificultades, hasta las estrellas») es un aforismo latino que enseña que para llegar al éxito hay que exigirse; que las cosas grandes se logran con esfuerzo e incluso con lágrimas; que, si queremos realizarnos como personas y ser felices, debemos escalar la “montaña”, sudando la gota gorda.
A medio cerro, recordé que el Quisapata era también el pizarrín de Abancay. En efecto, para celebrar sus aniversarios, las instituciones aprovechaban los flancos del cerro para tatuar sus escudos y sus iniciales… Por ejemplo, días antes del 8 de octubre, algunos escolares subíamos allá a limpiar, pintar e iluminar el “MG”, las siglas del glorioso colegio Miguel Grau… Y me vino a la memoria el admirado profesor de artística, luis Romulfo Bedoya Castillo, corriendo cual venado, esquivando las piedras echadas contra él por algún alumno travieso. En mi imaginación, lo vi huir veloz, ondeando al aire sus luengas barbas…
Cuando estamos metidos en la ciudad, las casas y los edificios nos parecen enormes; pero, desde ese punto, son muy pequeños y ni se distinguen los humanos. En efecto, allá arriba, sentado bajo un molle, refrescado por los vientos que ascendían desde el Pachachaca, con mirada panorámica, contemplaba el bosque de cemento, llamado Abancay: barrios, calles (algunas mal planteadas, retorcidas y poco proporcionales), edificios, quebradas, ríos…

El mejor Mirador de Abancay
Sucede que, con frecuencia, vivimos con la nariz pegada a la pared, metidos en las cuatro paredes de nuestra existencia; y todo lo vemos como por un canuto, sin visión de conjunto, y creemos que los problemas son enormes e insolubles…
Es bueno saber retirarse, tomar distancia de lo cotidiano y mirarlo panorámicamente… Así aprendemos a reírnos un poquito de nosotros mismos y de la cara de seriedad con que nos pensamos y creemos.
“Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar” (Mateo 11,28), dice Jesús.
La fe es la perspectiva divina para entender nuestra vida.
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